Por Enrique García Fuentes
La Voz de America, Chicago, Illinois
En Chicago se han disparado los vendedores ambulantes de comida, la mayoría inmigrantes indocumentados que no tienen permiso o licencia para vender alimentos en las calles, sobre todo, en los barrios latinos. Ante esta realidad, muchos de ellos se han organizado para pedir un cambio en las leyes locales y lograr un permiso que les garantice su fuente de ingresos; sin embargo, según dicen, no hay voluntad política.
Por los últimos 46 años Margolfa Arnel Ortíz, vendedora ambulante, esta inmigrante de guerrero, México, ha mantenido a su familia en Chicago vendiendo elotes con crema, mayonesa y chile en polvo. “Mi experiencia es que pues… de aquí saco para proveernos pa’ los ‘biles’, para la renta”.
Pero su trabajo no ha sido fácil, pues al no tener permiso para preparar y vender comida en la calle, la policía la ha detenido. “Como tres veces o cuatro veces, me llevaron a la cárcel”. Otras veces ha sido multada por varios miles de dólares.
Juan José Gama, de la Asociación de vendedores ambulantes de Chicago, señala que“ya no le dan opción a que se defienda. Llega el inspector, le da su multa y ella ya está cansada. Ha pagado miles de dólares en multa”. La falta de licencias ha causado miedo en los vendedores informales por décadas… Miedo a ser removidos, multados o sufrir el decomiso de su comida.
Por otra parte, Martín Unzueta, director ejecutivo de Chicago Community and Workers Rights, señala “tiraban la comida porque no tenían, ellos decían, que la tiraban porque no tenían forma de guardarla. ¿Verdad? Pero se veía muy feo que llegara el inspector y la policía y tiraran sus tamales a la gente”.
El problema radica en que está prohibido preparar alimentos en la calle. No se permite cortar o picar fruta, por ejemplo… Tampoco se puede vender tamales o preparar elotes al aire libre, sin el equipo adecuado. En un comunicado, el Departamento de Licencias de Negocios y Protección al Consumidor, deja claro que existen ciertas condiciones para este oficio, como contar con carritos con refrigeración o calentamiento de comida, un termómetro y tener una estructura resistente y lavable. Además de tener un recipiente para la basura.
La gran mayoría de los vendedores de elotes, fruta o tamales no cuentan con estos requisitos porque, según ellos, son costosos. En el caso de los tamales sí que existe una licencia aprobada en 2015, pero los alimentos deben ser preparados en una cocina compartida.
“Esta ordenanza, sin embargo, de todas maneras, también tiene límites porque la burocracia no ve más allá de la burocracia”, precisa Unzueta.
Por su parte, los vendedores dicen que pueden cocinar en casa y ahorrarse el pago del uso de una cocina comunitaria y muchos han preferido no obtener el permiso que cuesta 100 dólares por dos años. Mientras tanto el número de vendedores informales sigue aumentando.
A su vez Aracelli Ramírez, vendedora ambulante detalla que “es alarmante ya. Están uno en cada esquina. Venden de todo”.
Hasta el momento, ninguna entidad gubernamental o empresarial cuenta con una cifra exacta sobre el número de estos vendedores. Sin embargo, de manera extraoficial se nos informa que hay más de tres mil vendedores ambulantes en las calles de Chicago.
Y también está el otro lado, desde los vecindarios donde se concentran cientos de vendedores ambulantes, organizaciones locales dicen que el comercio informal afecta a comerciantes establecidos, sobre todo, cuando se posicionan frente a sus comercios y venden los mismos productos, quizá a más bajo precio. Y las infracciones no parecen funcionar.
Jennifer Aguilar, directora ejecutiva de la Cámara de Comercio de La Villita, menciona “a veces eso tickets no, pues, no afectan mucho porque si uno de esos vendedores ambulantes no tiene identificación o no tiene una residencia permanente o ninguna forma para que los puedan encontrar si no pagan el boleto, como que no hay contabilidad; porque pues, les dan el boleto, pero no lo pagan y no hay consecuencias”.
Para lograr una solución, las partes consideran que debe partir de un cambio en las leyes.
Por su parte, el Concejal de Chicago, Byron Sigcho, detalla “el municipio de la ciudad, por demasiado tiempo, no ha tenido voluntad política de proveer una solución. Ahora vemos ya un cambio de política donde se están financiando las cocinas comunitarias, por ejemplo”.
Finalmente, Margolfa Arenl Ortiz, vendedora ambulante resalta que “me gustaría que ojalá y que hicieran el intento de hacer eso. Me sentiría como más a gusto estar en la calle, y que el miedo a trabajar que ahora tienen, sea una historia del pasado”.