Construyamos formalidad

Por Orlando Ardito, Gerente General de EPEI PERÚ

¿Cuándo una construcción es temeraria? Esta pregunta tiene varias respuestas: Cuando pensamos en la construcción de una vivienda, por ejemplo una casa, un edificio de cuatro pisos o una estructura con mayores dimensiones tenemos que tomar en cuenta el terreno, dónde se ubica, el diseño de la edificación, los materiales eléctricos o de gasfitería, los profesionales responsables de la obra, todo ello ajustado a la normativa que necesita ser cumplida para obtener una construcción alineada a la formalidad; todo lo contrario a ello es temerario.

Se estima que en nuestro país el 70% de las viviendas son informales. Eso significa que podemos tener un buen terreno, pero una mala instalación eléctrica. Asimismo, podemos tener buenos productos (por ejemplo, tomacorrientes, enchufes, interruptores, dispositivos de protección, luminarias, cables) pero contar con personas que no son profesionales en la materia o por el contrario, solo acceder a productos de baja calidad o falsificados. Esta cifra aumenta hasta en 90% en zonas periféricas en nuestra capital, sobre todo las que se ubican en el sector D y E.

Los expertos señalan que la realidad de las viviendas informales tiene a su vez una diferenciación: Las que se desarrollan por la autogestión, es decir, la persona que no sabe nada de construcción pero que quiere hacer su vivienda y contrata a alguien que no necesariamente es un maestro de obra; y el otro la autoconstrucción, donde es el mismo propietario el que construye poco a poco su vivienda, va adaptando la construcción de acuerdo a sus necesidades y compra materiales al menudeo, por lo general, en campos feriales que no garantizan seguridad y menos calidad. Se sabe, además, que el 16% de la población que realiza una edificación con sus propias manos no consulta con ingenieros ni arquitectos.

Debido a la informalidad en las construcciones, los especialistas indican que cerca de 200 mil viviendas podrían colapsar en la capital ante un sismo de gran magnitud. Ello revela que la autoconstrucción no es “un ahorro”, sino más bien se convierte en una inseguridad permanente a la que la población se ha acostumbrado.

En el caso específico de los productos eléctricos, solo una tragedia -por causa eléctrica- revela la problemática a la que nos vemos enfrentados, una de ellas, y probablemente la principal, la presencia de materiales eléctricos falsificados y/o de baja calidad que ofrece el mercado informal.

Las últimas invasiones de terrenos en Lima expresan el ciclo de la informalidad sobre la cual se han construido muchas viviendas en nuestro país. De alguna manera somos tolerantes con la informalidad por decirlo de algún modo, la presencia de campos feriales donde se comercializan productos eléctricos es una evidencia. Estos espacios siguen ofertando productos que no cumplen con un mínimo de calidad y que terminan siendo centros de abastos que alimentan y forman parte del circuito de la informalidad.  Esto atenta contra la legalidad, afecta económicamente al Estado y atenta contra la seguridad del consumidor.

Un estudio del mercado informal de vivienda desarrollado por Arellano Marketing para CAPECO en 2013 estimó que solo en Lima Metropolitana ese año se invirtió poco más de US$ 1,500 millones en la construcción informal de viviendas. Coincidentemente, de acuerdo con el Estudio del Mercado de Edificaciones de CAPECO, ese año se vendió la cifra récord no superada de 22,220 viviendas nuevas en la capital, implicando un volumen de ventas de algo más de US$ 3,300 millones. Los números hablan por sí solos.

Consideramos que a) la aprobación de reglamentos de productos del área eléctrica especialmente de compra masiva por parte de los usuarios; b) fortalecer el control en Zonas Primarias; c) fortalecer las competencias técnicas de toda la cadena de valor; d) una adecuada vigilancia de mercado y supervisión de los organismos competentes para reducir la presencia de la oferta informal de los materiales de construcción en general; entre otros, ayudaría a neutralizar el avance de la informalidad y así también promover los beneficios de la compra de productos formales. En conclusión, solo la normatividad y la regulación tendrán un resultado positivo para los bolsillos de los consumidores y la tranquilidad de vivir en un espacio seguro.