Por Sandra Delgado Arana
Desde cualquier punto en la ciudad de Arequipa, tienes a la vista al Majestuoso e imponente Volcán Misti (5822 m.s.n.m.), y desde siempre soñé en llegar algún día a la cima, un sueño que este 13 de agosto de 2023 se hizo realidad.

Tuve la suerte de encontrarme con alguien que tenía como hobbie el alpinismo y de pronto vi la posibilidad cercana de realizar mi sueño y llegar al Misti. Luisito pertenecía al “CMA Arequipa Club de Montañas y Aventuras”, quien desde el primer momento me animó y me dijo que si podría y así entre bromas y realidades subí a 3 montañas en diversos tiempos; 2 picos del Picchu Picchu otro de nuestros volcanes y el Pureq, una montaña ubicada detrás del Picchu Picchu, cada una con sus propias dificultades y emociones, pero lo más importante es que en estas tres pude hacer “Cumbre”, que es el climax del momento, el logro cumplido… ¡llegar a la cima! Estando ahí sólo volteaba y veía la cima del Misti, cercana, casi a la altura y decía “algún día…”
Este 2023 me dije este año será; por lo cual me estuve preparando, saliendo a correr todos los sábados, empecé por 5 km., luego 7, 8 y los ejercicios habituales que hago siempre, día a día. De pronto veo el lanzamiento del reto “Ascenso al Misti” el 12 y 13 de agosto, faltaban dos semanas (poco tiempo si alguien quiere prepararse para tan magno reto), pero como yo ya lo tenía pensado sentía que si sería capaz de lograrlo. Ya no soy una muchachita, tengo 52 años, pero como mi papi me dijo: ¿qué necesidad a estas alturas de tu vida?, mi esposo e hijos me decían “si lo lograrás, no dudes, estas preparada”, mi mami miraba silenciosa y luego me decía tu puedes hijita. No había marcha atrás, siempre lo quise y era el momento, entonces la semana previa al ascenso salí todos los días a correr 7km. y el jueves 10 de agosto finalizando la rutina dije: ¡ya estoy lista!
El día viernes me dediqué a comprar el equipo que me faltaba, la comida, las bebidas, las hojas de coca para la altura y a pesar de querer dormir a las 10:00 pm como máximo para descansar bien, mientras iba alistando mi súper mochila y la ropa, pensando en todo lo que nos indicaron que debíamos llevar, se hizo las 12:00 am, así que me quedaban cinco horas de sueño, pues debíamos reunirnos a las 6:00 am para partir e iniciar nuestra travesía. Al despertar y por la ansiedad, solo dormí cuatro horas y media (muy poco para la aventura que iba a realizar).
Con el equipaje completo llegué al punto de reunión, la Plaza España, de donde partiríamos en tres camionetas, seis personas por camioneta, al final partimos un grupo de diecisiete personas. Nerviosos y emocionados fuimos avanzando, ya en carretera veíamos al Misti más cerca e imponente y mi corazón latía de felicidad, pues había llegado el día.
Llegamos a la represa de Aguada Blanca, avanzamos un poco más, las camionetas se desviaron por donde ya no había carretera y finalmente llegamos al punto donde iniciaríamos la caminata.
Nos reunimos, nuestros guías nos dieron la bienvenida y todos los alcances del ascenso, lo que estaba y no permitido, llegamos a la clásica presentación de cada uno de los participantes dando a conocer que nos motivó a llegar ahí, casi todos coincidimos al decir que era el gran sueño que teníamos desde siempre. Éramos nueve varones y ocho mujeres de todas las edades, obvio yo la mayor después del guía.
Iniciamos el ascenso a las 10:00 am, era el sábado 12 de agosto de 2023, debíamos estar en el lugar donde acamparíamos a la 1:00 pm, teníamos al Sr. Misti delante nuestro, o sea ya estábamos en sus faldas. En el terreno sólo había arena negra e ichu, no se veía más; la mochila iba muy pesada con la bolsa de dormir, el fiambre, 3.5 litros de agua, la ropa de abrigo para la noche, y los miles de cositas que uno siempre carga “por si acaso”. Con bastones en mano empezamos a caminar, el viento soplaba fuerte, el sol nos abrigaba con sus rayos que, a pesar de ser tan fuertes en la ciudad, ahí, a esa altura, no se sentían así.

Luego de una hora el peso de la mochila se empezaba a sentir, la arena no permitía un avance rápido y la altura hacía latir el corazón mas rápido, pero la emoción e ilusión eran tales que nadie nos pararía hasta llegar al campamento, pues la travesía mayor sería el domingo 13 y se iniciaría a la 1:00 am para el ascenso a la cima del Misti.
Fuimos avanzando, unos más rápido, otros más lento, yo iba por la mitad, un poco lenta pero segura, firme, feliz, emocionada, ya faltaba poco y finalmente vimos el campamento y ¡llegamos! Descansamos un momento, pues el peso de la mochila agota, luego de media hora empezamos a armar nuestras carpas. Era la primera vez que acamparía y ¿dónde?… cosas de la vida, detrás nuestro estaba el Sr. Misti, no podía creerlo ya estaba ahí. Nos dieron una hora para almorzar y luego nos reuniríamos para hacer un pago a la tierra que siempre lo hacemos en los ascensos.
Almorzamos, conversamos, íbamos conociendo a los compañeros, ya eran las 5:00 pm, hora de hacer el pago a la tierra; el guía del grupo hace una ofrenda en la cual todos ponemos algo comestible natural que queremos ofrecer, agradecemos a los Apus el permitirnos estar ahí y pedimos nos permitan llegar a la cima sin contratiempos, es un momento muy emotivo e interesante. El atardecer a esa altura ¡increíble!, el viento soplaba cada vez más fuerte y el frío se hacía sentir. Nos indicaron que ya debíamos cambiarnos y alistarnos con la ropa que haríamos el ascenso, es decir ya dormiríamos tal cual ascenderíamos, con calentadores, 3 medias y todo lo necesario para hacer frente al frío incesante que cada vez era más fuerte.
Debíamos comer algo y preparar algo caliente como sopas instantáneas y mates, nada pesado para poder descansar y estar livianos, a las 7:00 pm todos teníamos que estar dentro de nuestras carpas durmiendo, para reunirnos nuevamente a las 12:30 am e iniciar el ascenso a la 1:00 am.
Ya con la noche encima, el cielo era increíblemente estrellado; vi, como 3 estrellas fugaces y en cada una de ellas el deseo era el mismo que queríamos todos los ahí reunidos: llegar a la cima del Misti. Se veía la Vía Láctea muy clara, tomamos unas fotos increíbles y a dormir se dijo.
Compartía carpa con Nilda, una muchachita muy linda, guerrera en esto, fue avanzando el tiempo y ni ella ni yo podíamos dormir, eran las 9:00 pm y no habíamos pegado el ojo, empezamos a conversar y la ansiedad nos ganó, eran la 11:00 pm, seguíamos despiertas, sólo nos quedaba 1 hora y media para dormir y no podíamos. La cabeza me empezó a doler, yo diría a estallar, era muy fuerte el dolor, tomé como 4 pastillas juntas, desesperada porque el guía nos indicó que si alguien tenía dolor de cabeza no podría subir, ya que era muy peligroso, me estaba muriendo de la angustia, pensando que si no me pasaba el dolor no subiría y todo mi sueño se vería truncado. Nil me dijo: ya es por gusto no dormiremos, mejor conversemos pues si nos dormimos ahora, será complicado despertar en una hora. Creo que nos distrajimos y dormimos 30 minutos, ni modo, ya era hora y había que levantarse. Felizmente el dolor de cabeza había cesado.
Salimos de la carpa solo con una mochila pequeña llevando un termo con mate de coca, una fruta, agua, hojas de coca y algunas cosillas menores como galletas, caramelos, chocolates y barritas energéticas.
Nos reunimos, nos dieron las indicaciones específicas y nos dijeron que todos debíamos llegar a la cima como máximo a las 10.00 am, si alguien demoraba más de esta hora debía regresar al campamento, ya que los tiempos para llegar a la cima deben ser exactos por el cambio de clima.

Todos llevábamos linternas en la frente, lo que nos daba una muy buena visibilidad, debíamos seguir al guía quien iba armando el camino para todos y solo teníamos que seguir las huellas. Yo muy entusiasmada trataba de estar entre las primeras personas después del guía, pero era difícil, el paso era rápido y mientras dabas un paso para adelante, retrocedías dos, la arena complicaba las cosas, subíamos, subíamos y subíamos, era muy fuerte y difícil, el frío cada vez se sentía más, el corazón latía como el reloj, la altura aumentaba a cada paso, nos fuimos separando, empezaron a quedarse atrás, yo no podía permitirme eso, no podía parar. Nil me decía: si puede, vamos, no se rinda, increíblemente ya habían pasado como tres horas, eran las 4:00 am, habíamos avanzado mucho y el cansancio era fuerte, muchos empezaron a temblar por el frío, yo no sentía los dedos de las manos, ni los de los pies, entonces me empecé a desesperar, por más que podía moverlos, no los sentía normales, empecé a llorar y el guía vino, me saco los guantes y frotó mis manos con las suyas; todos los compañeros me decían: no te desesperes, no pasará nada, pero sentía un dolor extraño en los dedos, entonces prendieron fuego con unas ramitas secas y me dijeron que meta las manos, lo hice con temor pensando me quemaría pero no sentía el fuego, poco a poco me sentí mejor y ya sentía mis dedos. Para la movilidad de los dedos de los pies me indicaron que patee las rocas despacio eso haría que sienta mis dedos nuevamente ¡que extremo!
Como todos teníamos esa sensación de frío tan fuerte, el guía dijo que llegaríamos a un lugar donde había unas rocas gigantes para protegernos del frío y esperaríamos salga el sol, para que nos calentemos con los primeros rayos solares y así podríamos continuar. A esa altura el viento y el frío son extremadamente fuertes.
Así lo hicimos, ¡qué bello paisaje ver como amanecía! Ya con el calor de los primeros rayos solares continuamos la travesía, mientras vas ascendiendo tienes a la derecha siempre el abismo, me sentía agotada por completo, pensando que no lo lograría, era muy fuerte y faltaba mucho. Los héroes de la jornada fueron los bastones que te impulsan, sostienen y dan la seguridad para continuar en la arena y rocas que vas trepando. Nos pusieron una soga para sostenernos e impulsarnos en una zona muy arenosa, el corazón latía a mil, el viento y frío más intensos. En el último tramo que parecía poco en distancia, pero en tiempo era una hora y media, yo les decía: ya no puedo más, no lo lograré; me sentía muy pero muy cansada, en mi mente todo el tiempo repetía “ayúdame mi Dios, no permitas que me quede, empújame”, me pasaba factura el no haber dormido nada, me mantenía la adrenalina, el sueño de lograrlo y la fe de que mi Dios no me abandonaría, no podía rendirme.
Ya sólo se veía el cono del Misti, pero para subir ese tramo era un camino en zigzag que significaba 45 minutos aproximadamente, los conté, eran como 14 zigzag y ya faltando unos cinco me dije “no puedo más, lo siento, me quedo…”, y los chicos del grupo que siempre están pendientes de todos me dijeron: no dejaremos que se quede, ¡usted puede! Era tal el cansancio y agotamiento que pedí me jalaran del bastón, pues sola ya no podía. Continuamos avanzando muy lento, ya eran casi las 10:00 am faltaban quince minutos aproximadamente, y de pronto ¡Bendito sea el Señor llegué! terminé el último zigzag y ahí estaba la cima, el imponente cráter en todo su esplendor, corrieron a mi los compañeros que ya estaban ahí hace buen rato, me abrazaron y felicitaron, me puse a llorar de la emoción ¡¡¡LO LOGRÉ, HICE CUMBRE!!! Estaba en la cima del Misti, volteé a la derecha y vi la cruz gigante de la que siempre hablaban, me senté y solo me dediqué a contemplar el lugar, vi como salían las fumarolas y lo majestuoso que es ese cráter. Ya no había más, mi sueño estaba logrado.

Permanecimos ahí hasta las 11:30am, luego iniciamos el descenso, nadie quería moverse, la vista es increíble, se ven todos los volcanes en su máximo esplendor, la inmensidad del Misti hacia abajo, en fin, difícil describir lo que pudieron ver mis ojos.
El descenso fue más fácil, pues solo vas como patinando en la arena sosteniéndote con los bastones y lo haces en línea recta, de picada prácticamente, obvio muchos resbalones, pero ya todo es risas y jolgorio después del logro conseguido. Lo que habíamos demorado 9 horas en ascender demoramos 3 horas en descender hasta llegar al campamento.